viernes, 21 de noviembre de 2008

En los dos últimos años la basura electrónica creció un 25 % en Argentina

Actualmente hay un total de 100.000 toneladas de aparatos electrónicos y eléctricos en desuso.
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Representa 2,5 kilos de aparatos viejos por persona, según un informe de la organización ecologista Greenpeace.

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Los datos difundidos por la organización ecologista Greenpeace muestran un crecimiento abrumador de la basura electrónica.
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En concreto, el basural pantagruélico que hoy duerme bajo los rellenos sanitarios del CEAMSE, en los más de 200 basurales a cielo abierto del Gran Buenos Aires, en las bauleras de los edificios y en los depósitos de las empresas, equivale a 12.504 toneladas de impresoras, 23.945 toneladas de computadoras y 1.229 toneladas de cajas registradoras y expendedoras de boletos.
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A esto hay que sumarle, además, 4.173 toneladas de teléfonos, celulares, calculadoras y cámaras digitales, según estimaciones recientes de la Cámara Argentina de Máquinas de Oficina, Comerciales y Afines (CAMOCA).
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Otras 58 mil toneladas serían heladeras, freezers, cocinas eléctricas, lavarropas, aires acondicionados, reproductores de video, DVD, audio y televisores, según estimaciones de la consultora en medio ambiente, Ecogestionar.
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En el informe, la organización ambientalista denuncia que en la Argentina no hay un sistema de gestión ambiental para los residuos electrónicos ni existen leyes que regulen qué hacer, cómo desmontar, ni qué elementos reciclar.
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Por el momento sólo existe un par de proyectos de ley en el Senado de la Nación que aún no han sido tratados.
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"Es necesario un marco regulatorio de protección ambiental a nivel nacional y regular especialmente la gestión de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos.
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De lo contrario seguirán siendo tratados como residuos domiciliarios comunes, con el consiguiente perjuicio ambiental", protestó el senador porteño Daniel Filmus, autor de uno de los dos proyectos de ley.
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En la actualidad los desechos de los equipos de alta complejidad son reciclados por un par de desmontadores que, a su vez, son abastecidos por los servicios técnicos de las marcas internacionales.
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Pero la mayoría de los aparatos que se tiran no quedan registrados en ningún lado.
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"Al no haber un inventario de lo que se está colocando en el mercado se produce una dispersión de aparatos sin ningún control.
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Además, muchos de los equipos que son colocados en el mercado, tarde o temprano quedan huérfanos de empresas que quiebran, se fusionan con otra empresa o se retiran del país", describió el director político de Greenpeace, Juan Carlos Villalonga.
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Ante la falta de políticas regulatorias muchos de los equipos de informática y telecomunicaciones van a parar a los rellenos sanitarios o a los basurales clandestinos, con consecuencias graves para la gente y el medio ambiente.
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En contacto con la humedad algunos de los metales pesados que componen estos equipos (tales como plomo, bromo, mercurio, níquel, cadmio, fósforo), y que son cancerígenos, mutagenéticos (pueden generar mutaciones que pueden convertirse en tumores) o tan tóxicos que pueden conducir a la muerte, van infiltrando los suelos y contaminando las napas de las aguas.
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"En nuestro país muchos familias no tienen sistemas de agua potable y reciben el agua que beben de un pozo.
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Si el agua ha sido contaminada, beben agua con plomo, mercurio, cadmio, metales que no son naturales a ninguna ciudad del país. Muchos de estos contaminantes son de origen industrial pero otros corresponden al post-consumo.
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De tal forma que cuando cualquiera de nosotros tira un desecho electrónico contamina a otro argentino", se queja el socio gerente de Ecogestionar, Gustavo Protomastro.
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Otras veces los cables de las computadoras, celulares, impresoras, teléfonos y monitores son quemados sobre parrillas (como si fueran asado) por mujeres y varones de los sectores de más escasos recursos que, a cambio de trocar el cobre de los cables por dinero, arriesgan su vida con estos "asados de PVC".
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Con el calor de las brasas logran derretir el plástico y aislar el cobre a un costo de salud alto.
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"Una bocanada de ese cable quemándose es veneno puro, es fatal para la gente", puntualiza Villalonga.
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Aunque estas prácticas existen, Greenpeace advierte que los métodos utilizados por los sectores informales –"los cartoneros"-- aún no son un problema grave en el país.
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Aunque de expandirse estas metodologías más cantidad de gente podría sufrir las consecuencias.
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Sobre todo porque las ventas por unidades de estos productos crecieron mucho en los últimos años.
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Y aún en plena crisis finaciera internacional, el mercado de la telefonía móvil estima que en 2008 se habrán vendido 12 millones de celulares.
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Y el sector informático que este año se habrán comprado 1,3 millón de computadoras de escritorio y portátiles.
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"Ya de por sí los recuperadores informales, los "cartoneros", están sufriendo un riesgo sanitario manipulando basura en forma inadecuada.
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'Qué pasaría si recuperan basura electrónica que es altamente tóxica?", se pregunta Villalonga.
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Aunque la cantidad de toneladas de aparatos electrónicos y eléctricos que están fuera de uso ya equivaldrían a 10 campos de juego de fútbol repletos de equipos, Greenpeace aclara que nuestro país está en un momento ideal para implementar la llamada "responsabilidad individual del productor".
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Un método de recuperación de residuos electrónicos que se apoya en la idea de que la mayoría de los impactos ambientales están predeterminados por el diseño de los productos.
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"La propuesta es implementar un sistema en donde el criterio de responsabilidad individual del productor sea la base de la legislación futura que rija qué hacer con la basura electrónica y eléctrica.
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Sólo la responsabilidad individual va a enseñar a las empresas a diseñar productos más fáciles de reciclar, con menor cantidad de contaminantes y mayor vida útil", puntualiza Villalonga. Otra de las propuestas de Greenpeace es implementar otro sistema pero colectivo: la responsabilidad extendida del productor.
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Un concepto de responsabilidad grupal que supone medidas como el pago sectorial de una tasa municipal a cambio de lo que las empresas de un sector han contaminado.
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Ninguno de estos sistemas, como medidas de gobierno, existen en el país. Aunque en la mayor parte de los países de la Unión Europea ya están en marcha.
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En la Argentina, sin embargo, Dell, HP, Motorola, Nokia, Epson y Sony-Ericsson ya cuentan con programas de devolución de equipos en distintas etapas de desarrollo.
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"Tal y como lo indica la legislación vigente hasta agosto de 2006 enviábamos los equipos a los rellenos sanitarios.
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Pero a partir de entonces, por voluntad corporativa, decidimos contratar a una empresa que le diera una mejor disposición final a nuestros productos", señaló el director de servicio y soporte técnico de Epson Argentina, Andrés Maccio. Comentó Maccio, además, que un sistema de "responsabilidad extendida del productor" supondría en el país "un costo en logística imposible de pagar.
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En Europa un camión va de un país a otro por 15 euros-
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Acá, por eso sería carísimo".
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Al día de hoy, Epson Argentina recibió certificados de gestión sustentable por 102 toneladas de impresoras y escaners.
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Motorola no envió sus equipos de telefonía móvil a los rellenos sanitarios, aunque la legislación lo admite.
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"Iniciamos hace tres años un programa responsable de reciclaje de los equipos.
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Lo implementamos en 73 países y este año decidimos anunciarlo en la Argentina.
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La idea es que los usuarios, en lugar de dejar el móvil en el cajón de su mesa de luz o de echarlo la basura, lo deposite en cualquiera de los buzones que están en nuestras sucursales", puntualizó el director de comunicaciones externas para América Latina de Motorola, Gustavo Wrobel.
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La solución que hasta ahora se conoce en el país para evitar la contaminación con estas sustancias son las plantas en las que se recuperan los componentes de los artefactos electrónicos.
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En la Argentina sólo hay dos chatarrerras electrónicas registradas en la Secretaría de Medio Ambiente, Silkers y Botrade capaces de producir certificados de gestión sustentable.
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La separación de algunos metales preciosos como el cobre, el estaño y el oro, los residuos se envían a Suecia ya que aquí no existe la tecnología para hacer ese trabajo.
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Una tonelada de plaquetas electrónicas supone 150 kilos de cobre, 20 kilos de estaño y 300 gramos de oro.
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Pilar Ferreyra
Clarin

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